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RUMAN Y KITA GUY LOYAL ?√ß**. S EL ESPIRITU DEL BOULEVARD' EN tiempos de la otra Isabel, los caballeros gustaban de unas tabernas en que se bebia y se cantaba. Sentados sobre sus capas arrolladas veian representar farsas, entonar canciones y realizar mil suertes de habilidades a los artistas que subian al tabladillo y que, las mas de las veces, eran espontaneos y gratuitos, pero nada enfadosos. Prosperaron mucho tales tabernas, y como no era razo- nable que se les llamara "teatros" ?╟÷los caballeros iban igualmente a estos, y aplaudian mucho a un ingenioso actor y poeta llamado William Shakespeare?╟÷, se invento un nombre, relativamente apro- piado: "salones de musica". Asi nacio el music-hall. Con una especie de ironica resignacion conservaria un matiz de lugar alga- rero y licencioso, acotado para la frivolidad, hasta que, hace poco mas de un siglo, un grupo de londinenses lo desagravio, devolvien- dole su derecho a la comedia. Un sefior Bulwer, un sehor Dickens, figuraban en ese grupo. Pero el music-hall no era ya la misma palabra. Habia mudado alegremente su piel de sustantivo casi clandestino, y comenzaba a designar un genero teatral, pariente proximo de otros dos encan- tadores inventos del xix: la opereta y el circo. Este ultimo habia tenido una curiosa elaboracion internacional, a la que se conservaria fiel. El trapecio, sin ir mas arriba, es a la vez invento de un espanol forzudo y aventurero, don Francisco Amoros y On- deano, marques de Sotelo, frances de adopcion desde 1816, y del suizo Clias. Desde su epoca de egregios volatineros hasta aquella otra memorable etapa en que el hercuieo Sanson era derrotado en la capital britanica por el filisteo Sandow corren la infancia y la mocedad circenses. La madurez, claro, trajo la sonrisa, y asi sur- gieron los clowns, que siempre han tenido un tono artistico hibrido: mitad mimos, mitad rapsodas. Como las tonadilleras, solian inter- pretar coplillas maliciosas, picaras y oportunas. Es decir, couplets. El vodevil y la comedia musical prosperaron por su cuenta y riesgo ?╟÷mas de lo segundo?╟÷, desdenados por la Literatura con mayuscula. Cierto que, asi como al music-hall lo protegio Charles Dickens, a este otro genero menor lo prohijarian ingenios tan suti- les como Rostand y Colette. Y asi, entre desdenes y jubilos, todas estas corrientes del acervo teatral fueron viviendo y prosperando, hasta confluir en un espectaculo mixto, la revista, que nace en los candidos fulgores de la Exposicion Internacional de 1900 y gana su actual robustez despues de la primera guerra mundial. Asimismo, desde el distinguido Monsieur Marcel Dupre, fundador del baile teatral frances, hasta el cancan fluye un curso muy semejante. El cancan de los dibujos de Gavarni no es sino un hijo picaresco y desenfadado de los aparatosos rigodones. Por algiin motivo, mien- tras los salones cambiaban el minue, que ya era una transicion reveladora, por el vals, la calle dibujaba su caricatura de los "lan- ceros" y otros pasos analogos y creaba algo asi como una delicia acrobatica. Ese motivo no podia ser sino el espiritu del boulevard. Su esprit. El cancan fue su Catorce de Julio. En nuestro tiempo se puede representar por la sonrisa de Chevalier, el cine de Rene Clair y las canciones de Ives Montand. Un complejo de ironia, ternura, resignacion, chimeneas, niiios jugando, un acordeon, un calembour... Si le preguntais a Mauricio que opina de Mistinguett, os responde: "Es la mujer del siglo, pero con faltas de ortografia." Si tratais de aiiadir algo, es que no habeis comprendido el espiritu del boulevard. , El Moulin Rouge ?╟÷una bailarina de Degas filmada por Toulouse-Lautrec con una camara italiana?╟÷, el Folies, las salitas de Montmartre con su fresca gimnasia de satira politica, son otras tantas expresiones de ese espiritu, nacido de corrientes varias pero transformado por Paris en algo sutilmente peculiar. Sin la atmos- fera que techa el Sena, no se le podia reproducir. Pero ahora se puede. Ahora Paris hace lo mismo que cualquier parisiense: toma un avion y se viene a las Americas. El espiritu del boulevard tras- ciende el boulevard. En vez de encerrarse en si mismo y dedicar sus burlerias a epater le touriste, sale a recorrer el mundo; modorni- zado, bailando swing, con detalles de humor "atomico", pero con su angel de siempre. Sea bienvenido el viejo amigo. Mariano Perla.